Vuelta a la rutina

Me levanto de la cama con las sábanas pegadas, los ojos inflamados, y un sopor inaguantable. Con pereza voy avanzando por el pasillo hacia el baño, cargando sobre mí la pesada carga de horas y horas de sueño atrasadas. Voy a la cocina, tostadas con mantequilla, la misma rutina. Acabo por fin, mochila en mano y por las escaleras me voy. Salgo a la calle, un gélido viento me invade, me respingo. Entonces veo a mi amigo Dominique que me espera sentado en el banco de la calle peatonal. El me dice: -¡Venga Pablo, espabila!- Entonces reacciono y vuelvo a la horrible rutina de siempre, de ir al colegio. Me embarco en el autobús, que más bien parece una patera (está lleno, los niños de primero no paran de gritar, y el ambiente no se puede ni respirar). Y ahí voy yo, un ser casi inexistente, aferrado a la barra del autobús con toda su alma, preguntándose ¿qué hace ahí?
Así es mi vida habitual.